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sábado, 19 de junio de 2010

Dulces sueños.


  Pensaba hacer un poema sobre el sueño de esta noche, pero en cuanto lo empecé comprendí que la lírica no era necesaria, para este tema se basta la prosa.

   Hay quien dice no soñar. Hay quien dice (científicos) que en realidad siempre soñamos, que una cosa es soñar y otra recordar. Yo creo ambas cosas. Hay mañanas, pocas, en las que estoy seguro de no haber soñado nada. La inmensa mayoría de ocasiones olvido lo que sueño, pero sé que algo he soñado. Podría recordar todos mis sueños si quisiera. Lo bueno de haber cursado varias asignaturas de psicología es que sé como funcionan los diversos mecanismos de la mente humana, la memoria entre ellos. Sé que para recordar un sueño tan solo tendría que esforzarme todas las mañanas por pensar en lo soñado durante unos minutos para dejarlo grabado en mi memoria, pero a menudo me duermo con un problema y me despierto con el mismo; el sueño no es entonces más que una breve tregua que cae rápidamente en el olvido.

   Pero hay sueños que recuerdo por diversas razones. Una de ellas es porque el sueño me traiga alguna idea interesante y al despertar me paso un buen rato dándole vueltas al asunto. Otra razón es porque haya tenido alguno de escasos sueños omniscientes en los que soy consciente de la realidad onírica y soy capaz de manipularla a mi antojo. He perdido la cuenta de las veces que he sido consciente de que estaba soñando. En lo que respecta a manipular mis sueños solo lo he hecho en dos ocasiones, las suficientes como para saber que la fuerza de voluntad que tengo que ejercer para ello es tan grande que acabo despertándome, así que he dejado de intentarlo para disfrutar de esas ocasiones en que sé que estoy soñando. Dejar que mi subconsciente me muestre lo que quiera es como ir a una exposición de arte abstracto.

   La tercera razón por la que recuerdo un sueño es porque me haya agradado físicamente (y no estoy hablando de sueños eróticos... que alguna vez también). Hay quien dice soñar tan solo en blanco y negro, otros en color e incluso con sonido. Para mi los sueños son tan reales como la realidad, hasta el punto de que a veces mis recuerdos reales se confunden con mis recuerdos soñados. Yo veo en color, escucho, hablo, en inglés incluso con mayor fluidez de la que poseo despierto. No recuerdo haber tenido sentido del olfato, quizás se deba a que es un sentido al que tampoco le presto mucho atención en la realidad, mas si tengo tacto, siento presión, textura y temperatura. Esta noche abracé a una persona muy querida en mis sueños y sentí la cariñosa presión de ese abrazo, la textura de su camiseta, la temperatura de la proximidad de dos corazones. Desperté al poco, sonriendo, y me frustré mucho inmediatamente al notar que tan solo era un sueño y tocaba seguir esperando. Como aún era temprano me volví a dormir. Caminé entonces por las calles de una ciudad desconocida. Un reflejo por el rabillo del ojo me llamó la atención. En una ranura de un tocón de árbol de avenida había una moneda. Me agaché para tomarla y la observé con curiosidad. Parecía una moneda de dos euros, pero no veía el símbolo de Europa por ningún lado, ni de ninguno de los países miembros. Entre el esfuerzo de reconocer de qué país era la moneda y la carcajada de felicidad al reconocerla me desperté, feliz de saber quien era la persona que paseaba a mi lado. Me encanta cuando los sueños se enlazan, más aún cuando se hacen realidad, que ya lo harán.


P.S.1: No incluyo las pesadillas porque no tengo desde los 13 años, o más bien debería decir que entran dentro del grupo de los sueños omniscientes. Desde aquella edad me doy cuenta de cuando estoy en una pesadilla y altero la realidad onírica para anularla, despertándome en el proceso.
P.S.2: La moneda mi sueño es la que aparece al principio de esta entrada. Cuando la busqué esta mañana me quedé totalmente sorprendido. Hace años que no veo ninguna y es exactamente igual a la que podéis ver. Es increíble el nivel de detalle con el que se almacenan los recuerdos.

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