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lunes, 31 de enero de 2011

Diario del centinela, capítulo XXV: Ha dejado de ser un juego.

Tras dejar que todas mis murallas y torres se vinieran abajo (y digo dejar porqué no me molesté en mover ni un solo dedo) he solicitado un permiso de un par de días con excusa de agotamiento y me he encerrado en una pequeña estancia en una pensión a unas cuantas millas de la ciudad, lejos de la visión de todos y todo lo cotidiano.

Me he traído conmigo todos mis escritos y dedicado el primer día tan sólo a leerme, a calcular el número de estupideces por línea, y sale un número bastante alto por cierto. Mientras cae el sol por poniente ya tengo claro que tengo varios conflictos abiertos... ¡unos once y sin profundizar demasiado!

1. El primer conflicto surgió al contrastar mi parte interna y mi parte externa. Está claro que lo que pienso de mi mismo no coincide para nada con como me comporto, ergo (casi) nunca me comporto como yo mismo. Más bien podría decir que hay dos Alastair, el interno y el externo (el bueno y el malo), siendo el externo el predominante mientras yo pensaba que lo era el interno.
Solución: no volver a hacer nada externo que vaya en contra de los designios de mi yo interno (suena fácil pero no lo es).

2. El segundo conflicto surgió al contrastar mi parte interna y mi parte externa. No me estoy repitiendo, es una variación del anterior. A pesar de que mi parte externa es ahora mismo la predominante he observado que los que están a mi alrededor han sido capaces de ver mi parte interna, y es la que quieren ver externamente a todas horas, ninguna otra más. No tengo la obligación de comportarme como los demás quieran que me comporte, pero es lo que quiero hacer, así que son dos pájaros de un flechazo.
Solución: igual que el punto anterior.

3. Tengo un gran problema de concentración. Aunque no hace muchos meses que conozco los límites de la concentración lo cierto es que no he sido capaz de afinarla a lo que sería deseable, ni mucho ni poco, no le he echado las ganas suficientes.
Solución: como me dijo un gran maestro de esgrima cuando apenas era capaz de levantar la espada "échale ganas". Hay varios procedimientos que tengo que poner en marcha a la de ya. El primero es saberme consciente de que mi concentración no puede estar NUNCA en más de cuatro sitios a la vez.

4. Atrevimiento o valor, como lo quiera llamar. Lo cierto es que muchas veces no me atrevo a actuar, bien verbalmente o físicamente, por falta de atrevimiento, traicionando de esta manera mis propios designios internos. Ciertamente soy mi propio veneno, soy una serpiente que se muerde a si misma sin ser inmune a su propio veneno. Por suerte creo ser también mi propio antídoto.
Solución: lo mismo, "échale ganas". Cada vez que me muerda la lengua o el miedo o la timidez bloqueen mis movimientos volvería a traicionarme a mi mismo y a todo lo que me han enseñado.

5. Reabrir la guerra interna. Hará unos meses me cansé de mis dos yos, el interno y el externo y decidí apagar todos los fuegos de mi guerra interna y así ahorrarme dolores de cabeza diciendo que a partir de entonces yo sería solamente yo. Ahora advierto que fue un fatal error. Vaya a donde vaya, aunque sea en el otro extremo del mundo, esta guerra siempre debe acompañarme, todos los días, a todas horas, sólo mi muerte acabará con ella.
Solución: verla tal y como es. No es un problema, es una solución, es mi principal recurso. No luchar es directamente rendirme, claudicar ante las circunstancias y dejar que mi yo externo automático haga lo que quiera, lo cual no es una opción aceptable.

6. Mi sitio en el mundo. En toda guerra hay muertes por fuego aliado debido a la confusión. Gran parte de mis derrotas en mi guerra interna vienen debidas a mi propia confusión. Una de las principales confusiones es que no sé cual es mi papel en toda esta historia. Ya he advertido que es porque he pasado demasiado tiempo aguardando ordenes, esperando que me dijeran que debía hacer cuando la respuesta a esa pregunta, la determinación final, sólo podía salir única y exclusivamente de mi. No me sirve, como ya había pensado hace algunas semanas, incluso empezado a vislumbrar hace meses, no me sirve dedicarme a ver pasar la vida aguardando que la respuesta salga por si sola, como dicen los clérigos sobre su vocación, ese flechazo de luz que aparece de buenas a primeras. Eso no funciona. La respuesta he de tomarla ya.
Solución: la respuesta es bien sencilla y la tengo guardada en un papel aparte y bien escondido. Una de las primeras lecciones de mi profesión es aprender a guardarse las espaldas. Sé que si dejo mis sueños a la vista de todo el mundo no tardará algún malnacido en tratar de destruirlos. En ese sentido el secretismo si es valido. Sólo diré que mis intenciones son las mejores.

7. Amor, vida, muerte, soledad y otros pecados. Aquí haré un largo inciso. Una parte de los problemas de este conflicto vienen dados por los demás. Mis relaciones sentimentales han sido un gran fracaso, en parte por mi culpa y mis conflictos, pero por otra parte por culpa de los demás. Aún recuerdo las ocasiones en que a la hora de querer hablar del dolor que el amor me seguía causando, como zarzas estrujando mi corazón, me mandaron callar y olvidar. Al final tuve que dejar el amor por muerto, una quimera, un completo imposible, tuve que negar la soledad para no sentirme solo y afirmar que yo no estaba vivo, que mi corazón no latía para no sentir las espinas. Posiblemente sea este el mayor de mis conflictos y el mayor de mis pecados. He jugado a ser algo que no soy, que nunca he sido y que nunca seré. He interpretado el papel de cadáver, el de personaje secundario en un post-epílogo que sigue ahí observando como se desarrolla una obra que ya se ha acabado en lugar de pasar a la secuela. He jugado y he de reconocer que ha sido divertido... en ocasiones. Sin embargo todo me hacer ver que toda mi realidad ha dejado de ser un juego.
Solución: al amor ya me lo encontraré, por activa, nunca por pasiva. Al igual que no debía esperar una respuesta del cielo o del infierno en lo tocante a mi situación en el mundo tampoco debo esperar al amor, sino ir en su búsqueda y captura. En lo tocante a la vida no hay mucho que decir, tan sólo dejar de jugar a que no estoy vivo y tomármelo en serio. Si estoy vivo es por algo, y ese algo es lo que he decidido hacer. No puedo hacerlo mientras siga negando mi propia existencia e incluso disfrutando con ello. De la muerte si que no hay nada que decir, ya me enfrentaré a ella cuando realmente la tenga frente a mi. A la soledad es a la que voy a matar y con efecto inmediato.

8. Indisciplina. A pesar de ser teniente y todas estas cosas lo cierto es que sigo siendo un completo indisciplinado. Una cosa es que se me de libertad para llevar a cabo mis tareas a mi aire y otra cosa es que me pase más tiempo contemplando el aire que actuando. Como dije en un conflicto anterior los que están a mi alrededor son capaces de ver mi interior y es lo que esperan, que se vea externamente. No puedo seguir manteniéndoles a la espera o se cansarán de esperar. En realidad el primero que se ha cansado de esperar soy yo.
Solución: viene enraizada con la solución al primer conflicto.

9. Demasiado pensar. Como decía mi maestro de esgrima y esto se liga al conflicto de concentración "piensas en la espada, piensas en los compañeros que te observan, piensas en tu adversario, ¡piensas demasiado, no pienses!". Las lecciones que no se asimilan se quedan cogiendo polvo en un cajón de la memoria. Tenía razón, aunque mi concentración puede estar en cuatro sitios a la vez no debe estar en los lugares equivocados. También recuerdo que me decía "divagar es hacer el vago dos veces". Mi concentración debe estar única y exclusivamente en el punto o puntos en los que deben estar, en ninguno otro más, no debo pensar más de la cuenta, mucho menos en aquello que lejos de producirme alguna satisfacción, presente o futura, va a producirme remordimiento o incluso dolores de cabeza totalmente innecesarios.
Solución: relacionada con el tercer conflicto. Enfocar la conciencia hacia donde estar enfocada. El resto de enfoques conlleva justamente a la perdida de enfoque.

10. Kayrós. Al igual que en el sexto conflicto también he estado esperando demasiado tiempo el Kayrós, el momento justo y apropiado para hacer algo. Me he dado cuenta de que ese es otro de mis errores. No existe Kayrós. Todos los momentos son justamente el apropiado. Todo lo que sea esperar a Kayrós es simplemente esperar a Kayrós, en vano.
Solución: todo mi tiempo me pertenece. El perpetúo presente no es una jaula tal y como lo pensaba, sino lo que su nombre indica, un presente a saborear.

11. Defensas. Me he pasado meses, por no decir años, alzando defensas de las que hasta hoy me he sentido orgulloso, hasta hoy... Me he dado cuenta que esas defensas internas contra el dolor son aún peores que las murallas de mi ciudad. Ambas protegen a quien tras ellas se refugia de incursiones enemigas mas no había advertido que a la par impiden salir al que está dentro. Al menos en las de piedra hay puertas que facilitan ambos casos de manera limitada, pero mis defensas no permitían ni lo uno ni lo otro. Eran muy efectivas para evitar daños del exterior, pero al mismo tiempo me tenían totalmente aislado dentro. La resiliencia es una defensa de doble filo.
Solución: Herir y ser herido, no hay otra solución. Una defensa perpetua no me sirve de nada. Lo único que saco de bueno de mi habilidad para levantar defensas es que en caso necesario podré alzar una barricada temporal en un santiamén, pero nunca más lapidarme de manera tan estúpida.



Intuyo que me dejo mucho más en el tintero, que quizás debiera aprovechar el segundo día para seguir sacando a la luz más conflictos. Tal vez no sirva de nada ponerme a aplicar soluciones si me dejó algún problema acuciante sin siquiera percatarme de que existe... pero por más vueltas que le doy mientras observo la Luna no soy capaz de sentir nada más fuera de lugar, y no es poco todo lo que he descubierto en un solo día de lectura y reflexión. Mañana me espera algo muy distinto a lo que he hecho jamás, una sinfonía de silencio y oscuridad a la luz de las velas... Tengo que descubrir si es cierto.
  

domingo, 30 de enero de 2011

Encuentro literario en Cazalla de la Sierra 29-1-2011


Mientras trabajo en las fotos de ese día (no hay ninguna mía, la autofoto mientras recito es una habilidad que aún no domino) os dejo el poema de mi poeta favorito, Miguel d´Ors, que recité para la ocasión:


FATUM

Ese niño que llega, cartera remolona,
botines desatados, al colegio de Sánchez
no sabe que sus pasos felices por Sevilla
-luz, patios, calles, cales- le acercan a Collioure.

París, rue Vaugirard. Ese muchacho
gris y desmadejado que avanza hacia el otoño
verleniano del hondo Jardín de Luxemburgo
no sabe que camina hacia Collioure.

Por la alameda de oro -Soria pura-,
lentos enamorados demorándose,
mirándose en el Duero -Soria pura-. La novia,
con manos inocentes,
sacude la ceniza -tiza acaso-
del hombro del poeta, que no sabe
que tan dulces senderos le llevan a Collioure.

El señor que, enlutado como un cirio,
con su bastón y pasos soñolientos
-domingo provincial- sube a los olivares
de Baeza no sabe que sube hacia Collioure.

El viejo arrebujado en sus recuerdos
que mira cómo pasan,
vertiginosos, los naranjos por la ventana
del coche, y los aspira -Levante azul-, no sabe
que por aquella ruta de flores y palomas
y muchachas se está acercando a Collioure.

Un súbito frenazo, la puerta abierta, el frío
látigo de la lluvia. Sale a la noche y anda
entre voces anónimas, oscuras,
y olor a bajamar. La lluvia. Unas preguntas
francesas, tan extrañas como un sueño, la lluvia,
los papeles, la lluvia, los gendarmes mojados
alzando la cadena fronteriza.
Igual que un sueño todo.
Francia, ya clareando, y aquel cartel: «COLLIOURE»,
nombre jamás oído. No sabe que allí estaba,
desde siempre, esperándole su muerte.

De "Codex 3"

domingo, 16 de enero de 2011

Diario del centinela, capítulo XXIV: Quietud.

Cuesta creer y hacer creer, pero ya poco me importa lo que crean los demás, tan sólo lo que yo creo. La ciudad están en calma, en perfecta quietud tras el anochecer. Los habitantes se han retirado a refugiarse en el sueño mientras los centinelas quedamos despiertos, haciendo guardia hasta que el sol nos releve.

Es invierno, el frío siempre fue mi debilidad. Esta noche sopla una leve brisa, no demasiado fría, que me permite pensar con claridad en vez de pasarme las horas quejándome y buscando el leve alivio del fuego de las antorchas. Esta noche me refugio en las tinieblas mientras mantengo la vista clavada en el deber, en el inexistente movimiento dentro y fuera de las murallas.

Cuesta creer, pero ahora lo creo, lo veo claro. Las murallas y los centinelas somos la misma cosa, tan sólo piedra fría que acaba desgastándose y sustituida, fragmentos débiles en equilibrio precario. Nuestras defensas son sólidas ergo frágiles. Por muy firmes que pretendamos mantenernos siempre, más tarde o más temprano, acabamos quebrándonos y rompiéndonos. Quedamos tan sólo siendo polvo, arena con la que alguien contará el tiempo en la que un centinela es sustituido por otro, en la que una muralla caída sustituirá a otra.

Observo las casas desde la oscuridad. Imagino a toda esa gente roncando a pierna suelta. Imagino que no dormirían tan bien de saber lo que ahora sé. Están totalmente desprotegidos, tan totalmente expuestos como cualquiera de los de mi oficio. Las murallas son sólo piedras amontonadas, las puertas son simple madera siendo carcomida por las termitas, los centinelas somos miedo empuñando espadas.

Cuando un escudo se rompe el soldado sufre antes de recibir la estocada, ya sabe lo que se le avecina. Estoy en la quietud de las tinieblas, alejado del calor de las antorchas y de la camaradería, pasando frío, a solas apoyado en mi lanza, llorando con todas las defensas destrozadas, pero en la completa oscuridad, alejado de todo. A mi sólo se me puede ver sangrar, nunca llorar.

A lo lejos se alza un grito y el aullido de un perro. La quietud está rota. La muralla tiembla, ¿o soy yo?



  

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domingo, 9 de enero de 2011

Palabra de Anne Rice (I).

Pero sus ojos... Era como si, cuando lo miraba a los ojos, yo estuviera a solas en el límite del mundo..., en una playa del océano barrida por el viento. Lo único que había era el suave rumor de las olas.

De Entrevista con el vampiro.

Yo he estado en ese sitio. Tengo arena del confín del mundo un par de metros a mi izquierda.

lunes, 3 de enero de 2011

Satanás.


¿Qué harías si el mismísimo Satanás se presentase de improviso en tu fiesta? ¿Qué podrías hacer? Nada... al fin y al cabo él es el dueño de tu alma. Se la vendiste para que tu nombre apareciese con grandes clamorosas letras de neón en ninguna parte digna de elogio o meritoria del recuerdo.

Y él estaría ahí, visiblemente en la esquina con su Bloody Mary y su cínica sonrisa, arropado por su chaqueta de terciopelo rojo y su insaciable jactancia, deleitándose entre sorbo y sorbo con la visión de un patético títere que cree ser capaz de mover los hilos de su propia existencia.

De tanto en tanto cedería a la tentación de provocarte abriendo un poco su chaqueta, doblando la solapa interna para mostrarte un trozo de papel en su bolsillo interno, un folio pulcramente doblado en el que estampaste tu firma con la oscura sangre de tus venas y en el que imaginas (o tal vez no) ver una copia de tu rostro pugnando por escapar de las clausulas del contrato. Te lanzaría un gesto de desafío. Sabes que si rompieras la hoja tú volverías a ser tú por completo.

También por supuesto se acabaría todo lo que conlleva, los micrófonos, las sonrisas falsas, los escenarios, los aplausos enlatados, la firma desgastada... La fama falaz y gloria efímera se esfumaría y sólo te quedarías, tú, con toda la integridad que aún pudieses rescatar.

Míralo, se ha puesto en pie y avanza hacia ti. Deja el contrato a tus pies y se marcha sin pagar, milenios de costumbre le avalan. ¿Y ahora qué? Ahora... nada. No existe tal contrato, no le has vendido tu alma porque no puedes. De poder lo habrías hecho, pero no, no puedes. No existe Satanás. Él hace tiempo que se prejubiló, vive a cuerpo de dios tras vender las acciones del Infierno a las compañías telefónicas.
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