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lunes, 26 de noviembre de 2012

Muchas vidas.


"Ya he vivido muchas vidas.
Va siendo hora de que comience otra."
Capitán Jack Harkness.





Y foto cafefílica de regalo:

domingo, 14 de octubre de 2012

Bendita utopía.

Dice el Duo Kie:

Nerviozzo: Lo sé, vale, tío, si, es una utopía y toda esa mierda, vale, pero imagínate un mundo perfecto en el que cada persona sobre la faz de la Tierra tuviera una bala. Tiene el poder de decisión de matar a quien quisiera legalmente, ¿vale? Cuando gastas tu bala no puedes matar a nadie más. Esto implicaría una serie de cambios drásticos, no habría guerras, por ejemplo, porque tendría que haber soldados que no podrían matar a más de uno, sería una guerra estúpida. Los políticos tendrían que tener infinitamente más cuidado, tío, cuando salieran a dar un mitin porque se están jugando que cualquiera pueda salir y decir "voy a gastar mi bala contigo", se cortarían mucho en vez de mentir, tío. Sería como las abejas, tío, que si te pican tienen que decidir y tener muy claro que te van a picar porque no van a poder volver a hacerlo.
Locus: Eso es un mundo perfecto.
N: Mmm, casi.
L: No me convence.
N: ¿Por?
L: Me faltarían balas.
N: Ja, tanto gilipollas...
L&N: ¡y tan pocas balas! Je, je.



El corto completo, Bendita Masacre, de Jota Aronak, lo podéis ver en Youtube.

martes, 9 de octubre de 2012

Tan cerca...

Tan cerca del Tao
Él era de los que se creían uno con el Tao
estando en realidad tan cerca de él
como lo está un político estandar
de la humildad.

sábado, 18 de agosto de 2012

Comando familiar.

Vas a tomar una birra al local de un amigo y te encuentras esta picaresca:
Comando familiarPara los que no lo lean bien, transcribo:

COMUNICADO
El día 12 de agosto, Víctor, será secuestrado por el conocido "comando familiar" integrado por la esposa, la suegra de ésta y los hijos. Será trasladado al apartamento zulu que el comando tiene habilitado en Matalascañas. La fecha de su liberación está prevista para el 4 de sep. Abstenerse de pedir rescate. Se le tratará según la convención mundial de secuestros estivales: (comer, beber, dormir y descansos).
Gracias.
Amigos de la víctima.

jueves, 16 de agosto de 2012

Oaxaca, siete de agosto del 2010.

Rosa del desierto

Oaxaca, siete de agosto del 2010.

La tormenta prácticamente se había tragado ya todo el cielo. Quedaba tan solo un jirón azul en levante, que no tardaría en ser fagocitado por la gricisitud. La tormenta comenzó su lacrimoso recital. En pocos minutos le acompañaría su eléctrica ira. Sasha y Tikal ya se habían refugiado bajo el amplio techo de hojalata. Sasha, la pequeña beagle, aún me ladraba desde la distancia cada vez que me acercaba al amplio ventalón de mi recamara. Aún no se había acostumbrado a mi presencia.

Miré al muro de enfrente. Ya no había cuervos. Acababa de terminar un poema sobre los colibríes que se suponía debía haber y los cuervos que parecían estar vigilándome. Me giré para regresar a la cama. De reojo me pareció ver una pequeña ave azul... imaginaciones mías, supongo. Me senté en la cama cruzando ambas piernas y apoyé el cuaderno sobre ellas. Tenía un escritorio, una máquina de coser plegable en realidad, para dar rienda suelta a mi taciturno y solitario oficio de escritor, pero daba a una pared con la imagen de la Virgen de Guadalupe, no muy inspirador. La tormenta arreció. Yo prefería estar sentado sobre la cama de cara al ventalón, disfrutando tras la incierta inseguridad de un cristal del espectáculo que la Naturaleza me proporcionaba, escribir bajo la tormenta, de la tormenta, con la tormenta...

El motor del refrigerador me asustó, siempre lo hacía, tanto cuando arrancaba como cuando cesaba. Había uno de un metro de altura, viejo, ronco y molesto en aquella habitación de invitados. Había arrancado y distorsionaba con su ruido el magnífico concierto de incesantes truenos. Alcé la mirada desde el cuaderno a la ventana, nuevamente asustado. Oía golpes en ella. Por un momento temí que fuera granizo. Las sirenas empezaron a sonar, yendo y viniendo desde y a todas partes. Me paré a pensar que seguramente allá no conocían el granizo y sus devastadores efectos. No se les habría ocurrido tener en sus casas tantas y tan amplias ventanas de fino cristal. De existir el granizo en aquellas latitudes los cristaleros serían multimillonarios, aunque a juzgar por la ingente cantidad de vidrio empleado no debían precisamente estar hundidos en la miseria. De seguro que trabajo no les faltaba.

Oí ladridos. Me asomé. Tikal estaba hecha un ovillo bajo una hamaca de plástico blanco. Sasha se había acurrucado a tres metros de Tikal. No habían sido ellas. El perro de los vecinos siguió ladrando un poco más y calló. Revisé la ventana, que estuviera bien cerrada. Notaba frío a su vera.... rocé el cristal con la yema de los dedos... puro hielo. Resultaba incómoda pero soportable aquella frialdad y algo había en ella que me atraía. Revisé por enésima vez el poema recién escrito pero la luz era un bien que escaseaba. Prendí la lámpara de la mesilla de noche y regresé al catre. De retorno al candor de mi edredón recordé que mi anfitrión me tenía por friolento en lugar de friolero. Sonreí, me hacía gracia la expresión a la par que avivaba mi duda de si realmente existía dicha acepción o era, como yo suponía, una invención de su subconsciente. Friolento1 me hacía imaginarme como un lentorro para notar cuando hacía frío o como un ser violento en reacción a la gelidez, una especie de Yeti iracundo clamando por una manta. Un relámpago cercano iluminó la página que estaba leyendo...

Seguía lloviendo. El cielo, cubierto de nubes, pero había más claridad a pesar de que estaba atardeciendo. Otra sirena, tan lejana que no sabía como había sido capaz de sentirla. El abeto del vecino había dejado de balancearse. Con suerte tendríamos una noche tranquila. Lo pensaba más bien por el resto de habitantes de la casa. Yo siempre había tenido un sueño pétreo, ni terremotos ni tormentas habían conseguido nunca extraer mi consciencia de los profundos abismos oníricos en los que me sumergía cada noche. El cuaderno volvió a iluminarse. Los truenos ya sonaban con menor frecuencia pero cada vez más fuertes, más cercanos. Las alarmas de coches y empresas cercanas saltaban aleatoriamente. Miré a la izquierda, a la maquina de cos... al escritorio. Sobre ella había dejado una rosa del desierto que había comprado aquella misma tarde. Era difícil hallarlas mi tierra natal y aproveché para comprar un par de ellas a buen precio. Siempre había tenido antojo de una de ellas, para emplazarla en mi escritorio, junto a la reproducción del escriba sentado egipcio, cuya postura imitaba desde hacía rato. Además era buena manera de llevarme un pedacito de México, arena de alguno de sus desiertos cristalizada por la acción fulminante de un rayo. Me resultaba curioso tenerla cerca bajo una tormenta. Tendría que acostumbrarme.

Me resultaba también sumamente importante tenerla visible y presente. Era una metáfora y una lección que no debía volver a olvidar jamás. Al tacto y a la vista parecía una vistosa piedra ajada, en realidad, cristal impuro, aún con el color de la arena de la que provenía. Su mera presencia me decía que nunca nada es lo que parece.

Parecía amor la causa de que mis vacaciones estuviesen transcurriendo a nueve mil kilómetros de distancia de mi hogar, pero no lo era. Ella, hija de mis anfitriones, era mi razón para haber hecho trizas el tiempo y el espacio, por amor... pero ya se sabe, la historia de mi vida “te quiero, pero solo como amigo” y en realidad tratándome con tanta indiferencia como jamás lo haría ninguna de mis amistades. Seguía mirando la rosa del desierto. Era el recuerdo perfecto para aquel viaje. Sonreía felizmente, no había tristeza ni resentimiento en mis pensamientos ni en mi corazón. Ya se sabe, la historia de mi vida... mas esta vez venía bien preparando cualquier adversidad.

La anfitriona golpeó la puerta con los nudillos llamándome para cenar. Todos eran corteses en extremo, nunca entraban en mi recámara y nunca me decían nada desde el otro lado de la puerta sin delatar su presencia antes. Le contesté que bajaría en un minuto. Tras la ventana la tormenta había amainado. No había descargas, tan solo una lenta y tímida lluvia. Recordé y me pareció lejana la época en la que empatizaba con la lluvia, entristecía con ella, mas ya no. Mientras cerraba la puerta tras de mi le eché un último vistazo de reojo a aquella escultura cristalina, aquel pequeño homenaje a mi enésimo fracaso sentimental. Me pareció por un instante que había adquirido un tono rojizo...

Imaginaciones mías, supongo...
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1 Pues sí, existe:

friolento, ta.
(De frío y -olento, según modelos como vinolento y violento).

1. friolero.

friolero, ra.
(De frior y -ero, con disimilación de r).

1. adj. Muy sensible al frío.
2. f. Cosa de poca monta o de poca importancia. U. m. c. antífrasis.
3. f. irón. Gran cantidad de algo, especialmente de dinero.
4. f. ant. Frialdad, cosa falta de gracia.

martes, 14 de agosto de 2012

De días 13.

No, no voy a realizar una disertación sobre los martes y/o viernes y 13. Ni siquiera sobre los lunes 13, lo cual creo que ya realicé en cierta ocasión (y si no lo hecho no lo voy a hacer ya). Simplemente quería aprovechar para dejar constancia de una serie de casualidades o causalidades, vete a saber, que me han ocurrido este lunes 13 de agosto de 2012.

No sé vosotros pero yo, a la hora de la música, soy partidario de la reproducción aleatoria, tener una buena y larga lista de canciones y que a la hora de darle al play salte la que tenga que saltar. Hoy en particular, dentro de una lista de reproducción bastante movidita, ha saltado una bastante triste. No tan triste como para hacerme saltar las lágrimas, pero si lo bastante como para desactivar el modo aleatorio y dejarla sonando una y otra vez durante un buen rato. Me había dejado un tanto bastante más tontorrón de lo habitual, pensativo y melancólico, sobre todo melancólico, esa sensación que tan olvidada tenía.

De repente llamaron a mi puerta. Eso era raro. En un año era la segunda vez que llamaban a la puerta de mi piso sin llamar antes por el telefonillo. La primera vez fue un vendedor de imágenes de San Francisco Javier (tamaño A3) que se había colado o habían dejado entrar en el bloque. No me molesté en preguntar, simplemente le cerré la puerta. ¿Quién podía ser esta segunda vez? Me levanté de la silla con la melancolía aún clavada en el pecho, pero sonriente y contento de tener a alguien en mi puerta. Me alegran las sorpresas, sean del signo que sean. Llegué a la puerta, eché una ojeada por la mirilla... volví a mirar por la mirilla y me abrí la puerta.
–¡Hijo de la grandísima puta! –me dije. –¿Tienes idea de la cantidad de meses que me llevo esperando a que regrese?
Allí estaba yo, en mi propia puerta, con la misma sonrisa y serenidad de entonces.
–24. Exactamente 24 meses –me respondí.

Lo dicho en el párrafo anterior es ficticio, excepto lo del vendedor de imágenes en mi puerta... creo. Fue tan surrealista aquel instante que aún no termino de asimilarlo. Lo del vendedor de imágenes también tuvo lo suyo... Ya de vuelta en mi silla y mi melancolía miré el calendario y comprobé agosto del 2010. Luego, movido por un borroso recuerdo, revolví dentro de una abultada carpeta en la que guardo un poco de todo. Bingo. Encontré un billete de avión, fecha viernes de 13 de agosto, hora 13:00. Miré el reloj y calculé que allá eran en ese momento las 16:40. Salí a las 13:00, más 45 minutos de vuelo, más 15 para recoger la maleta y salir en furgoneta hacia Puerto Escondido (si, en una pista en medio de la selva es fácil y rápido recoger el equipaje e irse), más 1:30 para llegar al hotel Posada Real era igual a que justo en ese momento, 24 meses atrás, yo ya había entrado en mi habitación y estaba viendo desde la ventana...
Puerto Escondido... la playa, aquella playa en las que pasé tantas horas paseando, meditando y componiendo versos. Aún sin fotos la recordaba exactamente así, una gran porción de arena solitaria, la furia del Pacífico que con tanto ímpetu quería arrastrarme a su interior, ese conjunto de rocas a medio camino en las que me apoyaba a otear el horizonte y el ocaso, el conjunto mayor de rocas al final que delimitaba aquel espacio que con absoluta nitidez se había grabado en mi memoria. Mas, ¿qué había pasado con el paseante? ¿Qué había sido de aquel que tanto había cambiado en cuestión de días? No reconocía en el espejo a aquel que fui  Quizás, se me ocurre así a botepronto, que aún estoy allí, yo en Sevilla y él yo en Puerto Escondido. También podría ser una cuestión climatológica. Así como hay violetas que sólo crecen en las laderas del Teide puede que también haya personas que crezcan en el Nuevo Mundo y se marchiten al retornar al Viejo. O tal vez traerme una botella de medio litro con la arena de aquella playa no fue suficiente. O quizás fue mi naturaleza o mi destino o una serie de casualidades o causalidades o un doble sentido o el vendedor de imágenes de San Francisco Javier...


Vete a saber...
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sábado, 4 de agosto de 2012

La pistola de Chéjov.

En el segundo libro de 1Q84 (final del primer capítulo para ser más exactos) aparece una referencia a Antón Chéjov, más concretamente a la pistola de Chéjov.
pistola
Si habéis seguido el segundo enlace habréis llegado a la versión inglesa de la Wikipedia en la que se explica este recurso literario. Literalmente se debería traducir como "el arma fuego de Chéjov" en lugar de pistola, dado que la traducción de gun no es pistola, sino arma de fuego. De hecho en las tres referencias que se conocen del puño y letra de Chéjov dos hacen mencionan a un rifle y la tercera a una pistola.
Falta de profesionalidad de los traductores españoles aparte, el arma de Chéjov es un recurso literario calificado como vuelta de tuerca, es decir, un recurso cuyo fin es crear un giro inesperado en la historia. Sin embargo no es realmente ese su fin. El arma de Chéjov se basa en introducir un elemento en la historia aparentemente irrelevante (un simple elemento que se menciona por estar en el escenario) y más tarde usarlo para que se sepa cual es su verdadera significancia y peso en la historia. Si un elemento no tiene la más mínima relevancia ni va a ser empleado no debería ni siquiera mencionarse. Es más, Chéjov afirmaba que tampoco podía incluirse un elemento y olvidarse de él hasta mucho más avanzada la historia. En el caso del teatro comentó que si se incluía una pistola en el primer acto debía ser usado en el segundo; en caso de una historia, si el rifle aparecía en el primer capítulo debía dispararse en el segundo o tercer capítulo, y no más allá.
Hace poco, leyendo la novela Materia extraña de J.J. Gómez Cadenas, recordé ese fragmento antes mencionado y caí en la cuenta de que esa novela cae en el mal uso y abuso del arma de Chéjov. En Materia extraña no hay elemento irrelevante concurriendo además que ciertos elementos no entran a escena hasta bastante después de haber sido mencionados. Como resultado tenemos la confusión que produce presenciar situaciones con personajes que se han presentado mucho antes y que dado el cambiante hilo argumental de un personaje a otro ya no recordamos quien era ni a que se dedicaba. Ejemplo de ello es un personaje llamado Richard o Robert Gregoire (el autor le llama de ambas maneras al presentarlo) al que le dedica cuatro páginas en solitario en el capítulo 6 (página 56) y que no vuelve a aparecer hasta el capítulo 13, ya en la segunda parte (página 111). Ni siquiera en el capítulo siguiente en el que mantiene una conversación  con Rostam Sistani (otro personaje que sólo había sido mencionado) caí en la cuenta de que ese personaje ya había aparecido 55 páginas más atrás. No fue hasta mucho más avanzada la novela, cuando regresa a su ciudad natal, cuando advertí que ese personaje que aparecía muy puntualmente era el mismo que aparecía en los primeros compases.
El caso más destacado de mal uso y abuso del arma de Chéjov con el que me he topado es El Simarilion de J.R.R. Tolkien. Quienes lo han leído me lo han confirmado. La sobreabundancia de nombres (algunos personajes con varios nombres de hecho) y la muy puntual aparición de bastantes de ellos me obligaba a revisar el glosario que aparecía al final del libro cada dos por tres para recordar quien era el personaje del que se hablaba en cada momento. La primera lectura fue lenta y farragosa. Una vez colocadas todas las piezas en el tablero la segunda y posteriores lecturas han sido siempre un placer.
Tendré en cuenta este asunto del arma de Chéjov a la hora de escribir, aquí y en otros lares. De aquí borraré elementos que iba a tratar y al final no verán la luz. Los elementos que se quedaron arrumbados y que me interesa reavivar tendrán que pasar por algún proceso para que no suenen extraños después de tanto tiempo. Aún no tengo claro de que manera...




EDIT 6-11-2012: Un par de meses más tarde a Jot Down se le enciende la misma bombilla que a mi y publica un artículo titulado Mecanismos: Chéjov cogió su pistola, mucho más completo, exhaustivo, divertido y cinéfilo que el mío. Como doble y reciproca curiosidad Materia Extraña está a la venta en Jot Down Books...

viernes, 27 de julio de 2012

¡Cabrones!

Sobre el amor al arte
Ya hace un tiempo del terrible encuentro que me impulsa a poner esta imagen de nuevo, pero tenía que ponerla, y la seguiré poniendo cada vez que me encuentre a un cabrón que pretenda usar la cultura en su propio beneficio y a los artistas como meras herramientas.

No voy a decir que voy a volver con más regularidad como he hecho en otras ocasiones. No prometo nada aunque sigue siendo mi intención.

domingo, 22 de abril de 2012

Sombriedumbre

Sombriedumbre

Sé que estás allí,
ebria de sombras.
Pero yo estoy aquí,
demasiado,
excesivamente sobrio.

4-4-2012
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lunes, 2 de abril de 2012

San Luis



San Luis

A Violeta

Hay algo noble en todas las espadas.
Hay algo noble en todos los jinetes.
Y espadas nobles hay en manos regias,
y audaces horas y monarcas santos
que cabalgan enfermos, poseídos
por una gracia que el temor destruye.
Ellos nunca quisieron ser los dioses
pues Dios era su sueño y su vigilia.
Hay espadas que empuña el entusiasmo
y jinetes de luz en la hora oscura.

De "Europa" 1986, poema de Julio Martínez Mesanza.

jueves, 22 de marzo de 2012

Correo no deseado, segunda parte.

El 25 de marzo hay elecciones en Andalucía. Como es costumbre me han llegado cartas de propaganda electoral. Su destino final es obvio, la destructora de documentos.




Si algún simpatizante de estos partidos se siente ofendido, que se aguante. Más ofendido estoy yo por que cada vez que hay elecciones llega todo este correo no deseado a casa de mis padres. De hecho a ellos les gusta tan poco que me dejaron destrozar también sus cartas. Y cuando lleguen a mi piso habrá tercera parte con cambio de decorado.


Música libre de fondo (extraída de Jamendo):
Looking for a way out, de Paolo Pavan.
Wedding March For A Bullet, de Diablo Swing Orchestra.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Más Platón y menos Prozac

Mientras me dedico a leer lentamente lo último de Lou Marinoff, El poder del Tao, me he acordado tras un par de collejas que le suelta a Platón en el capítulo 3, que él tenía un libro titulado Más Platón y menos Prozac. Curioso usar a Platón como buen ejemplo en un libro y arrearle en otro posterior. También recordé un análisis del libro escrito por Javier Malonda allá por el 2005 y que me hizo carcajear de lo lindo. Os lo dejo aquí, directamente extraído (copy-paste) de su propio blog, http://www.elsentidodelavida.net/:



Más Platón y menos Prozac

Enviado por GonzoTBA en Dom, 03/07/2005 - 11:40
La filosofía es una afición que existe desde hace mucho tiempo. No me extrañaría que el de filósofo fuera el segundo oficio más antiguo del mundo.

Pasé mi adolescencia entre juegos de ordenador, películas de tiros, bicicletas en verano y tetas y culos impresos. Aquello era la felicidad por definición. Luego empecé la carrera.

Por algún motivo, en aquel momento caí en una profunda crisis existencialista. Probablemente coincidió con el primer examen para el que estudié y en el que me pulieron igualmente. La viva imagen de la impotencia. En algún momento me pregunté lo que todo el mundo se pregunta alguna vez: “¿Por qué yo?”. Pero a mí me pegó muy mal.

Pasé mucho tiempo intentando resolver esa pregunta y otras. ¿Por qué a mí?, ¿de dónde venimos?, ¿adónde vamos?, ¿hay gasolineras por el camino? Al final concluí que todo se reducía a una única pregunta: Si estás en lo más profundo del bosque y se te cae el jabón, ¿te puedes agachar a recogerlo?

Hace poco, en mi último regreso a casa, mi padré me pasó un libro: “Más Platón y menos Prozac”. Se supone que es un libro de Filosofía aplicada. El título viene de la cantidad de trastornos y síndromes nuevos que se identifican cada año en los Estados Unidos, y por ende, en el mundo. La cosa funciona más o menos así:

Antes, si en el colegio un niño más grande te daba de hostias, tú te ibas a casa y te jodías. Al día siguiente volvías a ir al colegio y el mismo hijo de puta te volvía a trabajar el estómago. Así pasaban los días, hasta que tú dejabas el colegio o dios te hacía caso y al crío ese lo atropellaba un camión. Desgraciadamente, lo normal era que tú terminaras la educación básica, dejaras el colegio, y el cabrón que te alegraba los recreos se quedaba repitiendo un curso detrás de otro y de paso cepillándose a la tía más buena del patio. Gracias dios, muchas gracias.

En el siglo XXI, si en el colegio un niño más grande te da de hostias, vuelves a casa y caes en una profunda depresión. Dicen que, así a ojo, hay un huevo de niños deprimidos. Nos ha jodido, claro que hay niños deprimidos. Vas al colegio y te dan de hostias, y por el camino te salen pelos en los huevos y te cambia la voz. Cuando te descuidas resulta que eyaculas, y tienes unos calentones filosóficos que no sabes de dónde vienen ni adónde van. Para colmo las tías ni te miran porque sólo están interesadas por el cabronazo que te parte la cara todos los días, que además a ellas no les hace ni caso o bien les mete mano y al día siguiente se va a la disco con Fulanita. Las niñas también están deprimidas; la adolescencia es una putada. Luego la vida va a peor.

En las últimas décadas, ese niño ya no sólo tiene depresión, sino que sufre el “trastorno del niño que recibe una somanta de hostias diaria”. El recién bautizado síndrome del niño-puching. Si tus padres van al terapeuta y le dicen que no creen que tengas un “trastorno del niño que recibe una somanta de hostias diaria”, el terapeuta les dice que tienen un “trastorno de negación de un trastorno del niño que recibe una somanta de hostias diara”. El psiquiatra os receta a todos tres cucharadas de Prozac al día y hala, a tomar por culo. El niño seguirá recibiendo hostias, pero estará encantado de la vida.

Lo que viene a decir el libro es que ahora todo se soluciona con antidepresivos; que resulta mucho más fácil, cómodo y aséptico tratar los síntomas que afrontar el problema. En estos tiempos que corren todos queremos una solución rápida, un atajo de teclado, y la industria farmacéutica está encantada con el asunto. Unta a los psiquiatras y éstos te ponen una pastilla bajo la lengua por la mañana y un supositorio en el trasero por la noche. Un negocio redondo. Sólo hay una pega: los problemas siguen sin solucionarse, y además se acumulan.

Si te partes una pierna en dos pero no lo sabes, una aspirina te aliviará de alguna manera los síntomas. Lo ideal será un chute de morfina, y lógicamente estarás encantado de que el médico te lo endose, que la verdad es que es una putada tener una pierna rota. El problema es que vas a seguir teniendo un hueso roto, y estar tomando aspirinas el resto de tu existencia no va a resolver nada; como mucho le resolverá la vida al farmacéutico de tu barrio. Lo que deberías de verdad hacer es ir a que alguien te haga daño poniéndote la pierna en el sitio. El primer problema es que, en la vida, la mayor parte de veces ni siquiera sabes que te has roto la pierna. El segundo problema es que preferimos tomar aspirinas.

—Usted tiene la pierna rota.

—No joda ¿Está seguro? Métame otro chute y lo discutimos mañana…

Siempre me había considerado un pequeño filósofo. Me parecía un poco pretencioso, porque eso de filósofo suena muy serio y yo no doy para mucho. Además pensaba que quien más y quien menos se planteaba todos los días las típicas preguntas de la filosofía clásica. Que si qué cojones hago aquí, que si adónde vamos, que si qué pasa después de palmarla, y así todo. Pero resulta que no, que no todo el mundo está preocupado por semejantes preguntas. Lo que realmente llena cabezas es algo más del tipo ¿Me llegará la pasta para pagar la hipoteca a fin de mes?, ¿Me compro el coche en rojo o en negro?, ¿Se me ven bastante las tetas con esta camiseta? Todavía lucho contra la idea de que este segundo grupo de preguntas ocupe la mente de la mayor parte de la humanidad que tiene el pan asegurado, pero temo que sea una lucha perdida de antemano. Y el caso es que son felices, los cabrones.

Freud decía que “Existen dos maneras de ser feliz en esta vida: una es hacerse el idiota y la otra serlo”. Empiezo a considerar la primera opción, pero me gustaría creer que existe una tercera manera de ser feliz en la vida.

Como digo, por lo visto uno puede ser un filósofo sin ningún tipo de complejos. Se conoce que al pensar por uno mismo se le llama filosofar. Que sí, que sí; un momento que lo busco en el libro:

”(…) la filosofía también es algo personal: usted también es filósofo. Tome cuanto pueda aprender de otras fuentes, pero si lo que quiere es encontrar una forma de ver el mundo que le dé resultado, tendrá que tomarse la molestia de pensar por su cuenta. La buena noticia es que, con el debido incentivo, usted es perfectamente capaz de pensar por sí mismo.”

Cojonudo, vaya chollo. Ahora que ya sabemos que nosotros también podemos ser filósofos, vamos a ver qué es eso de la filosofía aplicada y en qué nos puede ayudar.

A pesar de que las cosas sólo son de una manera, cada uno tiene una interpretación diferente para el mismo suceso. Si a mi jefe de MiniPerryAG le crece un cardo en el sobaco, para él puede ser una tremenda putada, pero para mí sería un soberbio motivo de jolgorio. El cardo sale únicamente en un sitio, es un suceso que no tiene discusión, pero el impacto en nuestras vidas es radicalmente distinto. Es como cuando la palmó la Lola Flores, que para el mundo de la farándula fue una conmoción y para mí, pues… como que no.

Esto es debido a que todo el mundo tiene un punto de referencia en su vida. Digamos que un eje de coordenadas cartesianos o algo así, una serie de cosas que permanecen más o menos inmutables en el tiempo y a las que podemos volver cuando la tarima se bambolea y nos mareamos. Estas referencias se van formando con el tiempo, y de vez en cuando se meten un meneo o, directamente, se van a tomar por culo. Depende de lo que pase y de lo que ello signifique para nosotros y nuestras vidas.

Example.

Supongamos que creo que soy un dechado de talento literario; que a mi lado, los cuentos de Fuckowski se quedan a la altura de papel del culo, que diría Don Pastrami. Como tengo semejante don, me monto un blog de esos y me meto de lleno en la blogoesfera esa, codeándome con lo más granado y selecto. Cada vez tengo más y más lectores, y llega un punto en el que se me sube el pavo de tal manera que mis amigos ni me hablan (o no les hablo yo, que ya no me mezclo con gentuza). Veo un concurso de blogs en el 20 minutos y me apunto. Me lo tengo que llevar de calle, porque yo lo valgo. Esto va a ser un cake walk, que dicen los amis. “La hostia, cómo hablo inglés —me congratulo.— Voy a tener que pensar en escribir el blog este en la lengua de Chéspir a modo de reto, que esto del manco de Lepanto está ya superado”.

Toda este chiringuito está muy bien mientras te lo creas, es decir, mientras no pase nada que te vuelque la nave. Pero un día sucede lo inesperado, una hecatombe.

Resulta que no ganas el concurso, que se lo lleva el Nepomuk, o el Kirai, o la MISS Intelijente. Tu mundo se da la vuelta y el barco se va al fondo con el resto. Lo que antes era el suelo ahora es el techo. Necesitas unas vacaciones.

Los amis lo llaman reality check, y eso es más o menos lo que es. El sonido se apaga y hay un fundido a negro. Luego sale una voz que dice “Esto antes era así y así, y ahora ya no. Tu vida como la conocías ya no existe. ¿Qué hacemos?”. Entonces es cuando entra la filosofía aplicada.

Lo de perder el concurso de blogs no es condición necesaria para sufrir un reality check, sino que depende de la persona y de su sistema de referencia. Puedes tener que huir de tu país por tus ideas políticas, o se pueden morir tus padres en un accidente de tráfico, o te puedes quedar parapléjico montando en bici. Si eres lo bastante inestable filosóficamente hablando, entonces te bastará con perder un concurso de blogs, y entonces sabrás que tienes mucho trabajo que hacer contigo mismo.

El tío del libro cuenta que se lleva 2.500 años dándole vueltas a todos los asuntos posibles, y que cuando te tienes que replantear algo siempre hay ya alguien que lo ha hecho antes. Si no ha sido Platón ha sido Buda, o si no Kierkegaard o Leibniz, así que no hace falta que empieces otra vez a pensar desde el principio.

Ha sido interesante dar un repaso a la filosofía desde que empezó. El payo del libro tiene razón: ya hay un tío que había desarrollado antes que yo mi teoría sobre que el ser humano es intrínsecamente egoísta; un tal Thomas Hobbes. Él no lo llama egoísmo sino amor propio, pero sigue siendo lo mismo. Cito textualmente:

“Las personas obran por interés propio. Incluso cuando servimos a los demás, solemos hacerlo porque nos reporta beneficios o porque no hacerlo iría en nuestro propio detrimento. Aunque las personas sacrifiquen su vida por el prójimo en tiempos de guerra y otras circunstancias extremas, no puede decirse que ésta sea la norma. Habitualmente, por no decir ante todo, el altruismo satisface una necesidad propia.”

Amén, amigo Hobbes. A ver si el Chano le hace a usted caso, que a mí me sigue llamando cerdo egoísta cada vez que le expongo mis teorías sobre las relaciones humanas y eso que usted llama amor propio.

En fin, no seré yo quién os explique El Sentido de la Vida, que yo ya tengo lo mío reconciliando mi mundo con lo que parece ser que es el mundo real. En cualquier caso recomiendo el libro, pues aunque tiene pasajes más densos (lo que se suele llamar aburrido), nos recuerda que la filosofía debería ser una asignatura obligada en la vida. Y al alcance de todo el mundo: 513 páginas por 7.90. Eso sí que es filosofía barata.

Si todavía no lo has hecho, nunca es tarde: Piensa; cambiará tu vida.