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domingo, 26 de septiembre de 2010

Soy.



Soy un ente extraño, lo reconozco. Indago sospecho que demasiado sobre la naturaleza humana para luego aplicármelo a mi mismo y tratar de entenderme de alguna, de cualquier manera posible. Pero mis propios esfuerzos no son suficientes. El espejo solo me muestra mi reflejo, mi interpretación. Luego está lo que ven los demás, normalmente más acertado de lo que soy capaz de verme a mi mismo.

Me he pasado media noche preguntándome quien soy y quien no soy. Pensé que lo tenía totalmente claro, quien soy, quien aspiro a ser y la conversión de ese insalvable ánimo en gran salto que aún en ocasiones me da miedo a realizar. Quien no era lo tenía totalmente claro, hasta que me han hecho ver que mis acciones y mis creencias internas difieren, que a veces me comporto no solo como quien no soy sino incluso como con quien NO quiero ser.

No soy un santo, en mis ojos lo podéis ver. No soy un ángel, pero tampoco soy un demonio. Siguiendo la ética aristotélica me planto en el punto medio. Soy un 50% ángel, 50% demonio. He de aceptarlo, asumirlo y contrarrestarlo. No siempre hago lo correcto y ni siquiera me voy a excusar en que el mal que hago lo hago involuntariamente o porque no tenga más remedio, porque no siempre es así. A veces actúo mal con pleno conocimiento de la incorrecta metodología de mis actos y sin enmendar el curso de los acontecimientos hasta que me llega el oportuno palo.

Hay maneras y maneras de comportarse. Si me veis actuando en mi modo 50% de ala oscura y membranosa no dudéis en darme el palo, sin importar siquiera que no sea a posta, aunque tan solo sea porque soy tan tonto como para tropezar mil veces en las mismas piedras. Siempre os estaré agradecido. Yo solo no puedo construirme a mi mismo. Con vosotros si.

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