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martes, 4 de mayo de 2010

Diario del centinela, capítulo XVI: Indisciplinado.



El capitán me ha vuelto a echar la bronca, y con razón, como todas las anteriores. Una nueva metedura de pata. Equivocarse no es para tanto, es como se aprende, mas no es lo mismo un error cuyas consecuencias solo paga uno mismo que un error cuyas consecuencias pagan otros. En mi deber como centinela no puedo consentirme errores que vayan en detrimiento de los demás. A mi, que me lluevan todos los problemas que deban lloverme y unos cuantos más, pero no puedo permitirme el lujo de ser un sembrador de vientos.

El problema radica a mi juicio en mi propia sobreestima. Me explico, me he dejado regalar demasiado los oídos por los halagos. No creo que los merezca, pero tengo que actuar en consonancia a ellos. No sirve de nada que vean en mi a alguien bueno, con un gran potencial si ese potencial no sale a la luz en forma de acciones tangibles. El que todos ven, el que creen que soy y el que yo he creído ser eran la misma persona, pero yo vivo conmigo todos los días y ahora veo claramente que aún me queda mucho camino por recorrer, hay demasiada distancia entre el que debería ser y lo que realmente soy, un auténtico abismo.

Soy un centinela totalmente indisciplinado (no hay más que ver lo tarde que estoy escribiendo esto). Paso más tiempo en historias y literaturas a la hora de cumplir mi deber que cumpliéndolo de manera efectiva, y cuando ya estoy libre de mi deber, libre para historias y literaturas me dedico a perder el tiempo en historietas que no me acercan para nada al que anhelo ser ni al que estiman que soy.

Por ello, antes de que la primera tempestad llegue y asole todo lo que amo, he decidido retirarme de mis ocupaciones como centinela, retirarme al cuartel, repasar todas las lecciones desde la primera a la última, ¡a ver si las asimilo de una maldita vez! Sobre todo me he marcado un intenso ritmo de acción y entrenamiento, que pienso llevar a rajatabla.

Uno de mis antiguos maestros, caído ya en batallla, siempre me insistió que los cambios radicales no existen, que no se puede cambiar de la noche a la mañana. Siempre desafié esa idea, nunca conseguí rebatirla con pruebas. Tal vez hoy, que no mañana, consiga demostrarle que él era el (h)errado.


Deber cumplido

Me veis llegar con el gesto sombrío,
las manos rojas, la sangre
aún resbala por mis dedos, gotea
y mancha el suelo, indica la senda
desde vuestras miradas de asco
a la carnicería de la que provengo.
Si, lo admito sin pudor ninguno,
he empuñado el más afilado acero,
abierto profundos tajos en carne humana,
he visto visceras, incluso huesos,
y lo he he hecho con orgullo,
muy a pesar de vuestras muecas.
Vuestro desdén y desprecio, vuestras opiniones
todas me importan una soberana mierda.
Yo he cumplido con mi deber.
Su corazón late...

Que para algo soy médico.

11-4-2010



P.S.: Primer día, de 20 tareas impuestas he cumplido 16. De las 4 no cumplidas 2 no dependían de mi, 1 no me ha dado tiempo y la otra no la hecho por no ser malo, que es algo que también tengo que aprender, a tener un puntito de maldad.
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