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sábado, 1 de noviembre de 2008

Terminada la Reconstrucción.

Lleva abierto el Blogger por la página de redacción como unas tres horas. No es que no supiese que decir. Lo tengo claro desde el principio, pero es que cuesta enfrentarse a la página en blanco, más de lo que recordaba. Así que me he puesto a realizar otras tareas, tratando de retrasar el momento. Retrasar, que no evitar, eso nunca, nunca más. Hay cosas de mi pasado que no deben volver a repetirse.

De pasado precisamente va este post. Pero antes un pequeño inciso aparte, estoy viendo que en el momento que escribo estas palabras hay alguien de Valencia leyendo el blog. Curioso, Valencia también fue una parte de mi pasado, no muy lejano y cargado de gratos recuerdos. Volviendo al tema, he terminado de leer mis escritos (y mira que había páginas y más páginas). No ha sido una tarea tan grata como presuponía en un principio. Comencé animado por los poemas más recientes, y me ilusionó pensar que había mucho más. Sin embargo, a medida que iba profundizado en la lectura de todas mis lineas llegó una noche en la que tuve que decir ¿pero qué demonios es ésto? ¿Que qué demonio? Pues yo. Sabía que a lo largo de estos años había cambiado mucho, pero no sabía que fuera tanto, tanto como para ni tan siquiera recordar el demonio que fui. Había prosa y poesía (bastante malas por cierto) cargadas de odio, rencor y desesperación. Había alguna esperanza, pero casi siempre basada en el dudoso placer de la venganza. Por encima de todo había un dolor inconmensurable, sin límite ni medida, un dolor contagioso que me hacía temblar y dudar si debía seguir leyendo o abandonar la empresa.

Al final no solo aguanté el tirón, sino que pude sacarle partido. Decía Schopenhauer en el punto 27 de su eudomonología (o arte de ser feliz) que la desgracia de los demás nos hace sentirnos mejor. En este caso mis propias desgracias pasadas me ayudaron a aliviar mi presente. Mil fuegos habitan mi corazón, y no todos son buenos. Aunque débil, el fuego del rencor estaba ahí presente y tentándome. Ver mi propio antiguo rencor, tan estúpido y vano ha apagado el mío presente.

Creo que en próximos posts pondré aquí el resumen de los cincuenta puntos de la eudomonología de Schopenhauer. Por ahora lo que voy a poner es otro de los poemas rescatados del pasado, mientras me enfrento a la facturación y a la temida página en blanco tratando de escribir nuevos poemas.

El siguiente poema ha sido el penúltimo en ser recuperado, y mientras que a otros solo los he tenido que maquillar, éste ha pasado por el quirofano. Espero que os guste:

Sonidos desde mi cuarto

Un solo de piano
que toca un fantasma olvidado,
pasar inquieto de páginas,
golpeteo en el teclado,
mi pausada respiración,
coches calle arriba,
conversaciones ahogadas,
un secundero inútilmente luchando
por contar mi tiempo...

Y en completo silencio...
los latidos de mi corazón,
fuego consumiendo una vela,
las muy lejanas campanadas
de la parroquia de mi barrio,
y éste rasguear contra el papel.
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