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viernes, 31 de diciembre de 2010

Cerrando el 2010.

Acabo de revisar la lista de propósitos del 2010. No he cumplido ninguno. Mirándola detenidamente observo que en algunos apartados he sido un completo fracaso y entono el mea culpa. En otros casos lo acontecido ha sido que he perdido totalmente el interés en ciertos objetivos, lo que viene siendo que ciertas ilusiones se han congelado y roto a trocitos a lo largo del año.

El comienzo del año fue curioso, empecé con mucha ilusión y fuerza para acto seguido hundirme en las tinieblas a los pocos días. Luego, ese mismo primer mes, resultó que a cierta persona le movía el tapete. Durante los siete meses siguientes tuve el alma y el corazón en un lado del océano mientras mi cuerpo y mente seguían aquí en Sevilla... Bueno, en realidad durante la mayor parte del tiempo también mi mente estaba allá y controlaba mi cuerpo por control remoto. Curiosamente resultó sencillo seguir funcionando con casi tres cuartas partes de mi ser a miles de kilómetros de acá. Descubrí que los sentimientos son la mayor fuerza del universo, capaces de alterar incluso el tiempo y el espacio.

A medida que se iba acercando el momento de ir a ultramar los amigos me iban a avisando de que tuviera cuidado, no fuera a ser que me llevara un gran chasco y se quedara ese gran cambio en mi vida en absolutamente nada. Por suerte yo ya estaba totalmente preparado para todo, con unas férreas barreras reactivas y proactivas continuamente activas. Al fin y al cabo, si todo era mentira, si era capaz de sacar tantas fuerzas de una mentira, ¿qué no podría sacar de la verdad?

Agosto fue una locura, pero seguramente fue el mejor agosto que haya tenido en estos 28 años. Si ahora mismo pudiese tomaría un avión y repetiría esas tres semanas. Leería, escribiría y tomaría capuchino en Profética, en Puebla, volvería a subir, esta vez con cámara de fotos, a lo alto de la Pirámide del Sol en Teotihuacán, reposaría mi completa existencia (alma, mente, cuerpo y corazón de nuevo reunidos) en las arenas de las playas de Puerto Escondido contemplando el ocaso, y contemplaría la noche de D.F. desde la terraza de aquel hostal a espaldas de la Catedral. Echo mucho de menos de aquellas tierras. Quizás algún día tenga la oportunidad de regresar y continuar mi viaje, aunque ahora mismo considero que ya he viajado demasiado hacia occidente. Ahora me interesa oriente, Italia y Grecia me suenan apetitosos, para empezar, pero no a corto plazo.

Estos últimos meses han sido caóticos, con poca creación literaria y demasiado caos interno, demasiado darle vueltas a todo lo que veía con mi nuevo recompuesto ser. Sin embargo ya lo veo casi todo perfilado y los mecanismos adecuados ya están girando. He borrado propósitos que ya no me atraen y añadido metas nuevas. He aprovechado la última semana de vacaciones que tenía para atar varios cabos sueltos (no todos aún) y terminar mis reflexiones. Ahora sólo falta pisar el acelerador y encauzar mi vida hacia lo que realmente deseo. Poco a poco lo iréis viendo.

Que tengáis un buen 2011. En vuestras manos, sólo en vuestras manos, está que vuestros más alocados y salvajes sueños se hagan realidad.

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